Uso del término secta como pretexto

El Partido Comunista Chino se apropió del término "Secta" para atacar a Falun Gong

El PCCh usa la palabra "secta" como pretexto para perseguir las creencias religiosas

El PCCh se apropió del término para atacar a Falun Gong. "Ellos quieren evocar empatía de aquellos que tienen temor a las sectas en Occidente".

“Los estados totalitarios y no democráticos castigan a las personas por sus creencias, dicen: "No nos gusta lo que crees, vas a la carcel". Y las sociedades democráticas y los gobiernos que realmente respetan las convenciones internacionales de libertad religiosa sólo castigan a la gente por su comportamiento.”

Massimo Introvigne
Secta es una etiqueta que usa la gente en el poder para desautorizar a un grupo que quieren considerar ajeno a la sociedad.

Profesora Holly Folk
Según el periódico La Gran Época, la palabra “secta” evoca imágenes de organizaciones siniestras que se suicidan en masa al estilo Jim Jones. Por eso el régimen chino se aprovechó del poder que tiene la etiqueta “secta” para lanzar una de las campañas de odio más crueles de su historia.
Cult?
Autor: David Kilgour

¿Secta? La mayor falsedad de Jiang Zemin, es decir, que Falun Gong es una "secta malvada", recuerda los mensajes que el entonces gobierno de Ruanda transmitió contra la minoría Tutsi antes del genocidio cometido en todo el país entre abril y junio de 1994. Los bolcheviques en Rusia tomaron un camino similar contra su propia lista prescrita de enemigos del partido después de la Revolución de 1917. Los nazis de Hitler lo usaron contra varias comunidades, especialmente judíos alemanes, después de 1933.

Ha habido tal flujo tóxico y continuo de propaganda en contra de Falun Gong en los medios de comunicación controlados por el partido y el estado a través de China después de 1999 que muchos chinos y personas fuera del país parecen haber aceptado mentiras del partido y el estado sobre este y otros asuntos relacionados.

Ian Johnson, un ex jefe de la oficina de Beijing para el Wall Street Journal, que ganó el Premio Pulitzer por su reportaje sobre Falun Gong, ha levantado una serie de cortinas sobre la persecución en su libro de 2005, "Wild Grass":
  • Declarar a Falun Gong como secta fue uno de los "movimientos más brillantes" del régimen porque puso a Falun Gong a la defensiva para probar su inocencia y "encubrió la represión del gobierno con la legitimidad del movimiento anti-sectas de Occidente... Para probar su punto, el gobierno inventó una serie de historias espeluznantes sobre gente que se había abierto el estómago en busca de la Rueda del Dharma que supuestamente debía girar dentro de ella. Otros fueron presentados, cuyos parientes habían muerto después de realizar ejercicios de Falun Gong en lugar de tomar medicamentos..."
  • El problema era que pocos de estos argumentos eran válidos. El gobierno nunca permitió que las víctimas de Falun Gong fueran entrevistadas independientemente, haciendo casi imposible verificar sus reclamos. E incluso si uno tomara todos los reclamos al pie de la letra, ellos constituían un porcentaje muy pequeño del número total de seguidores de Falun Gong..."
  • "Más fundamentalmente, el grupo no cumplía con muchas definiciones comunes de una secta: sus miembros se casan fuera del grupo, tienen amigos externos, tienen trabajos normales, no viven aislados de la sociedad, no creen que el fin del mundo sea inminente y no dan cantidades significativas de dinero a la organización. Lo más importante es que no se acepta el suicidio, ni la violencia física..."
El profesor David Ownby de la Universidad de Montreal, quien hizo una investigación específica sobre Falun Gong y es citado en nuestro informe, concluyó:
  • Los practicantes de Falun Gong en Norteamérica están bien educados y tienden a vivir en familias nucleares. Muchos trabajan con computadoras o en finanzas; algunos son ingenieros.
  • Los practicantes de Falun Gong no tienen obligaciones financieras con su comunidad de fe; además, no viven aislados y son respetuosos de la ley.
  • Falun Gong no es una secta.
La conclusión de Ownby concuerda con la de muchos observadores independientes, entre ellos David Matas y yo (David Kilgour). En los 130 países donde Falun Gong existe, sólo hay uno, China (y posiblemente la Rusia del Sr. Putin), donde sus practicantes parecen no ser considerados ciudadanos ejemplares. En ninguno de los aproximadamente 50 países que David Matas y yo tenemos ahora, desde nuestro primer informe sobre el pillaje/tráfico de órganos en China en el 2006, hemos escuchado a un practicante de Falun Gong hablar más que positivamente sobre otras comunidades espirituales. ¿Qué persona de conciencia no puede identificarse con los principios centrales de Falun Gong de "verdad, benevolencia y tolerancia"? La serenidad y la no violencia que sus practicantes han demostrado frente a la miríada de palizas, encarcelamientos, torturas y asesinatos a lo largo y ancho de China desde mediados de 1999 son asombrosas.

Una cuestión está clara, más allá de toda duda: Falun Gong, cuyos practicantes prefieren ser llamados un grupo de ejercicios con meditación, en lugar de una religión, no es una secta.
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